Decir piscina e imaginar un rectángulo de agua celeste es lo más frecuente. Pero es una obviedad que descarta una amplia gama de variedades, porque las hay de diferentes tonos y colores, un aspecto que no es un detalle menor. Define el carácter del jardín, condiciona cómo se percibe el agua y puede transformar por completo un espacio exterior. No es lo mismo una pileta negra, dramática y espejada, que una color arena, integrada al paisaje.
La clave está en entender qué materiales generan cada tono y cuáles son sus ventajas y desafíos. Con ejemplos reales del archivo de LIVING, distintas opciones para ampliar las alternativas al celeste.
Las piletas verdes, realizadas con venecitas en tonos oliva, esmeralda o combinaciones de verdes, proponen una estética natural, casi de laguna. Son ideales para jardines frondosos o casas que buscan una relación más orgánica con el entorno.
Generan una sensación relajada y natural, integran visualmente la pileta al jardín y suavizan el contraste entre agua y vegetación. Pero, si el tono no está bien elegido o el entorno no acompaña, el agua puede verse turbia o poco atractiva. Requieren un diseño cuidado y buen mantenimiento del agua.
El gris se volvió uno de los tonos preferidos en proyectos de arquitectura y paisajismo. Se logra con venecitas, microcemento impermeabilizado o porcelanato en baldosas de gran formato. El resultado es una pileta sobria, elegante y fácil de combinar.
Hay que tener cuidado en algunos casos ya que el gris es muy oscuro o frío, así que el agua puede verse apagada, sobre todo en espacios chicos o con poca luz natural.
Las piletas blancas, realizadas en microcemento técnico o venecitas claras, logran un efecto impactante: el agua toma tonos turquesa y refleja la luz como pocas lo cual hace que la pileta se vea más grande y genera una estética limpia y contemporánea.

Las piletas negras, resueltas con venecitas oscuras, porcelanatos en tonos carbón o pinturas especiales para piscinas, generan un efecto de espejo profundo que resulta muy sofisticado.
Funcionan especialmente bien en casas de arquitectura contemporánea, con decks de madera oscura, hormigón visto o paisajismo minimalista.
La desventaja es que absorben más calor, por lo que el agua puede sentirse más tibia. También hacen más visible la suciedad superficial, como hojas o polvo, y requieren un mantenimiento visual más frecuente.
El celeste sigue siendo el color más asociado a la pileta tradicional. Se consigue con venecitas, mosaicos esmaltados o microcemento pigmentado y transmite inmediatamente sensación de limpieza y frescura.
La gran ventaja es que el agua se ve clara, luminosa y transparente. Es un color fácil de combinar con distintos estilos y materiales, y resulta muy agradable a la vista.
Aunque puede resultar previsible si no se acompaña con un diseño interesante en bordes, solados o paisajismo.
El color arena, logrado con microcemento pigmentado, venecitas beige o revestimientos símil piedra, propone una estética suave y relajada, muy asociada a casas mediterráneas o de espíritu natural.
El arena es un color que se integra fácilmente al paisaje, suaviza los contrastes y genera una atmósfera cálida y elegante. Para lograrlo, necesita buenos contrastes en el entorno para destacarse.
El azul, en sus versiones más intensas, aporta una estética sofisticada y profunda. Se usa mucho en venecitas esmaltadas o porcelanatos especiales.
Ideal para espacios muy amplios, realza el color del agua, transmite frescura y profundidad y combina muy bien con madera, piedra y vegetación exuberante.
No es recomendable elegir azul muy oscuro para piletas chicas o poco luminosas, porque reduce visualmente el espacio y lo volvería más pesado.
Las piletas a rayas son una opción menos convencional, pero cada vez más presente en proyectos de autor. Se logran combinando venecitas de dos o más colores —generalmente en franjas horizontales— o alternando tonos claros y oscuros dentro de una misma paleta, como blancos y azules, grises y negros, o arena y beige. El resultado es un efecto visual fuerte, con impronta gráfica y cierto aire retro que remite a piscinas clásicas europeas.
Estos diseños aportan personalidad y permiten jugar con la percepción de profundidad y largo de la pileta.
Bien resueltas, elevan el proyecto y lo vuelven único. Aunque requieren una ejecución muy precisa para que las líneas queden perfectamente alineadas y prolijas.



